Versión:
Isabel Herasme
A principio
de los años 60, el señor Pilo-Martina-Méndez, quien desde aquella época era
reconocido por su preferencia política a favor del Partido Revolucionario
Dominicano, y por lo tanto visitaba con regularidad a la señora Jila Everz
Gómez, quien también pertenecía a la organización entonces liderada por el
profesor Juan Bosch.
Eran muchos
los “compañeros” que frecuentaban la casa de Jila, convirtiéndose todas estos
encuentros en una especie de tertulias donde se hablaba de la situación
política del país, y cada uno de los visitadores daban su opinión muy peculiar de cómo un
gobierno podría resolver la problemática nacional.
Como de
costumbre, eran reuniones que por amabilidad de la dueña del hogar,
acostumbraba a colar su acostumbrado café para los integrantes de la tertulia.
Mientras se discutía sobre el destino del país, así como los enemigos contrario
residente de la comunidad Villera, la señora Jila se entretenía en la cocina
colando café, pero esto no evitaba que la señora se mantuviera pendiente de lo
que pasaba a su alrededor, expresando también sus opinión sobre el tema.
Cuando la señora Everz Gómez, se dirige hacia los “compañeros” a brindarle el café, de repente alcanzó a ver al señor Pilo-Martina-Méndez, sentado en el piso con una posición revelando todos sus órganos masculinos a todos los presentes.
De repente la señora Jila, al momento de pasarle su tacita de café le hace la observación correspondiente de la siguiente manera:
-Compañero Pilo, tápese que usted tiene todos los “trastes” afuera.
Expresión que causo la risa colectiva. Pilo como todo un ocurrente no podía dejar pasar la advertencia de su compueblana Jila y así le contestó:
De nuevo se hizo brotar una avalancha de risa, cuando los presentes escucharon la ocurrencia del “compañero”, de convertir una situación trivial en un problema de Estado.
Por lo tanto, ese incidente pronto se hizo famoso en el pueblo, y la gente comenzó a usar la frase “siéntese en la silla de Pilo”, una forma muy peculiar que tenía Pilo-Martina-Méndez de sentarse sobre los contenes y el piso.
Frase que era aplicada a las personas que visitaban una casa donde no había sillas disponibles, por la situación de precariedad de esa época donde eran contadas las sillas de los hogares.
Libro Estampas del Lejano Sur, de los escritores Rafael Herasme Acosta e Isabel Herasme.
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